jueves, 25 de agosto de 2011

CARLOS AUGUSTO SALAVERRY





Biografía DE CARLOS AUGUSTO SALAVERRY

Carlos Augusto Salaverry nació en la hacienda “La Solana” jurisdicción del hoy distrito de Lancones en la provincia de Sullana. Fue hijo espurio del entonces coronel Felipe Santiago Salaverry del Solar, quien luego fue presidente del Perú entre 1835 y 1836; y de la dama de La Solana, Vicenta Ramírez Duarte -Hija de Francisco Ramírez De Gastón y Juana Duarte-




Su padre quiso que se educase en Lima y no en la ardiente provincia piurana, ni tampoco al lado de su madre. Traído pues a Lima, creció y se educó bajo los cuidados de Juana Pérez de Infantas, la esposa legítima de su padre, y al lado de su hermanastro, llamado también Felipe Santiago.
Su vida en una casa absolutamente extraña fue triste. Tenía solo 6 años cuando su padre fue derrotado y fusilado por Andrés de Santa Cruz, quien usurpó el poder en el Perú (1836). Hubo de seguir entonces a sus familiares en el destierro a Chile. Fue así como su personalidad empezó a formarse en la soledad, la tristeza y las penurias económicas. Apenas pudo cursar estudios elementales.
Tras la caída de Santa Cruz, pudo retornar al Perú (1839). A la edad de 15 años ingresó al ejército en calidad de cadete, en el batallón Yungay (1845). Trasladado de guarnición en guarnición, acaso por temor de que acariciara excesivos sueños de gloria como su célebre padre, vio así pasar los años de su mocedad, entre las alternativas del servicio y los pronunciamientos militares.
Pero la rígida disciplina del cuartel no ligaba con su temperamento liberal. Se caracterizó por su propensión a la soledad y al estudio. Parece que en aquella etapa, merced a los ratos hurtados para entregarse a la lectura de Víctor Hugo y Heinrich Heine, nació su decidida vocación por las letras.
Luego, precoces amoríos con Mercedes Felices lo llevaron al matrimonio, unión que resultó fugaz y desdichada. Tenía entonces 20 años. Después se dejó arrastrar por otra pasión amorosa, esta vez por Ismena Torres, cuya familia se trasladó a Europa, para alejarla de él, y donde aquella se casó con el hombre que le impusieron. El diario en prosa escrito por Salaverry para registrar las incidencias de su idilio con Ismena se convirtió después, transpuesto al verso, en su mejor obra: Cartas a un ángel.
Ascendió a Teniente en 1853 y a Capitán en 1855. Su vocación poética se hizo pública de casualidad. Sus primeros versos aparecieron publicados en El Heraldo de Lima, en 1855, gracias a la intercesión de su amigo Trinidad Fernández, poeta y militar como él. Salaverry las firmó con sólo sus iníciales. Tenía entonces veinticinco de edad. Por esos años estrenó también sus primeros dramas que obtuvieron resonantes éxitos: Arturo (su primer estreno), Atahualpa o la conquista del Perú (1854), Abel o el pescador americano (1857) y El bello ideal (1857), cada uno de ellos en cuatro actos y en verso.
Ostentaba el grado de Sargento Mayor cuando inició su participación en la agitada vida política peruana, como secretario del coronel Mariano Ignacio Prado, durante la revolución que este militar inició en Arequipa contra el gobierno de Pezet, a propósito del incidente con España (1865). Poco después, siempre a lado del dictador Prado, actuó en el Combate del Dos de Mayo contra la flota española y dentro de las filas que comandaba el coronel Francisco Balta. Luego secundó la revolución encabezada por el coronel José Balta (1867) contra la dictadura de Prado.
Con la ascensión al poder de Balta (1869), fue incorporado al servicio diplomático, como secretario de legación, trabajo que le permitió recorrer Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia. Antes ya había publicado la primera edición de su poemario Diamantes y perlas (Lima, 1869). En Europa editó la colección de poemas titulada Albores y destellos (El Havre, 1871), obra que incluye tres libros: el del título propiamente dicho, Diamantes y perlas y Cartas a un ángel.
Se hallaba en París, cuando, al subir en Perú el régimen civilista de don Manuel Pardo, se enteró que su cargo había sido suprimido, sin concedérsele derecho a pasaje ni indemnización alguna. Durante seis años el gran poeta sobrellevó una existencia de angustia en Francia, llegando al extremo de pensar en el suicidio como única solución a sus despiadados conflictos conyugales y amatorios.
En 1878 regresó al Perú, envejecido y amargado. Gobernaba nuevamente el ya general Mariano Ignacio Prado. Pero, al año siguiente estalló la guerra con Chile, y el poeta hubo de cumplir sus deberes de ciudadano. Producida la ocupación de Lima, se unió al gobierno provisional de Francisco García Calderón, en la Magdalena Vieja, acompañándolo en sus gestiones pacifistas. Pero un mal día García Calderón fue apresado por los invasores y deportado a Chile.
Salaverry, después de publicar Misterios de la tumba (Lima, 1883), poema filosófico, emprendió nuevamente viaje a Europa, donde le aguardaba el amor, un amor ya crepuscular. Contrajo entonces matrimonio por segunda vez, en París. Luego viajó incesantemente por diversas ciudades de Italia, Suiza y Alemania. Al terminar esta gira feliz en 1885 sintió los primeros síntomas de la parálisis que lo aquejaría el resto de su vida. Su vida se fue apagando debido a la enfermedad, ocasionándole la muerte el 9 de abril de 1891, en París. Sus restos fueron repatriados en 1964 a su tierra natal, reposando en el cementerio "San José" de Sullana



Carta a un Angel.Carlos Augusto Salaverry. (1830-1891)
                                          I

Tú alma virginal,
como a través de un tul,
sonríe en el cristal
de tu pupila azul;
y robas la ilusión
si bañan su matiz
tus ojos con la luz del corazón.
La nieve palpitante de ese pecho de marfil,
las rosas que tus labios le robaron al abril,
en eco arrobador
responden a mi afán
que un cielo es la esperanza de un amor.

                                          II
La vida es una flor
purísima al nacer...
su aroma es el amor,
su cáliz el placer.
Es rosa que al tocar
la mano juvenil,
enseñan sus espinas a llorar;
mas diera de ese cielo que matiza el arrebol
el rayo de esperanza que alumbra como el sol
y el sueño del Edén
que el alma ve lucir
por una de tus lágrimas, mi bien.

                                            III
Hermoso es contemplar
el sol en el confín
vertiendo sobre el mar
sus olas de carmín;
y es bello al descender
bañado en tibia luz
un rayo del crepúsculo al nacer.
Encanto de los ojos es del alba el tornasol
que esmalta de oro y grana los espacios como el sol...
¡Ah!, nunca al despertar
la aurora tiene luz
más bella que el azul de tu mirar.

                                           IV
La estrella que al lucir
fascina la ilusión,
no vierte ese latir
que agita el corazón.
Tu escuchas al posar
tu planta junto a mí
la voz de mi esperanza suspirar.
Las flores que semejan de los cielos el tapiz
no tienen de tus labios el aroma ni el matiz...
Si mi esperanza en flor
pudiera retratar
tendría de tus ojos el color.

                                                V
Paloma del Edén
tus blancas alas son
el suspirado bien
que sueña el corazón.
Frescura y sombra aquí
de flores te daré
y un mundo de ternura para ti.
las penas que suspira por la noche el ruiseñor
y el rayo de la luna sobre el aura temblador,
no vierten un igual
encanto para mí
que el beso de tus labios de coral.

                                              VI
Estrellas son tus ojos que iluminan
cuanto ven
y en ellos puso el cielo la sonrisa                                                  
del Edén.
Si un ángel te hizo Dios,
busquemos sombra aquí
y el nido del amor para los dos. 

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